31 de enero de 2011

Lágrimas negras

Por una extraña razón que aún desconozco o solo por una mera coincidencia que no viene al caso analizar, los lunes son realmente insoportables. Aún estando en vacaciones, sabiendo que no tengo que madrugar en una mañana gris que emerge después de una noche de tormenta, viajar en colectivo y todo lo que eso implica, los lunes tienen una nube densa difícil de sobrellevar.
Y por otro misterioso motivo, que me pone de peor humor que un mismísimo lunes, algunas personas desconocidas ponen en duda las decisiones que vengo planeando poner en práctica y posponiendo por un único motivo desde hace tantos años. A tal punto, que ni bien me llega el momento para canalizar y concretar las estrategias, me paro en el ojo de la tormenta, y sin ningún temor le hago frente a capa y espada con la mejor sonrisa.
Y son esas mismas personas quienes, para este caso en particular, tienen la sartén por el mango; son esos perfectos extraños los que cuestionan mi decisión, capacidad, disposición o genio y son los que tienen la última palabra para decidir si puedo o no concretar mi proyecto en el tiempo esperado.
Detesto depender del fallo de los demás; me repugna que otros lleguen a un acuerdo que no me permite elegir por y para mí misma.
Inevitablemente esos cuestionamientos provocan un sinfín de voces que comienzan a discutir entre sí dentro mi conciencia, intentando que esos prejuicios ajenos se conviertan en propios.
Y a su vez me pregunto cómo puedo ser capaz dudar de algo que anhelo desde lo más profundo de mi ser.
No se trata de un caprichito adolescente; ni de una excentricidad desmesurada; mucho menos de victimizarme frente a los demás.
Simplemente me pregunto por qué con cada paso que doy para avanzar, me encuentro con tantos obstáculos que desvían y frenan tanto la llegada hacia mi objetivo.
¿Estaré equivocándome en el camino que elegí recorrer?
¿Será que habrá un destino mejor del que yo creo posible?
¿O será que mi esfuerzo, impulso y energía se concentran en las posibilidades para otras personas?
¿Cuándo es que llega el momento en que mis planetas estén alineados y el destino escuche mi verdadera voz interior?
Realmente me cansé de hacer treguas con la vida esperando que llegue el momento esperado; ya no quiero distraerme buscando variables que llenen los espacios vacíos.
Estoy harta de hacer maniobras que justifiquen la postergación.
Me satura y me fastidia estar en una permanente búsqueda para lograr mis sueños y que ellos sigan esquivándome.
Es agotador mantenerme en la solitaria ola de la acción constante para alcanzar el éxito básico y personal.
Me pregunto por qué debería trabajar el doble que algunas personas, que con mucho menos esfuerzo lo han conseguido todo; y sin embargo estoy dispuesta a hacerlo porque no tengo sponsors; sé que este logro , como tantos otros, también dependerá de mí misma.
Pero la realidad es que sin una posibilidad y sin un suceso significativo que me otorgue una oportunidad, la independencia sigue siendo una frustración que me vale más de una lágrima.
Empiezo a dudar de que todo, todo llega a su debido tiempo.
Desconfío de este ritmo desparejo en el que me encuentro yendo y viniendo, en comparación a lo que veo y percibo en mi entorno más cercano.

Mientras tanto, hecho mi descargo, me llamo al silencio y
a la reflexión.

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