27 de enero de 2011

Pero ¿el amor es más fuerte?

Pasan los días, los meses, los años y la verdad nunca dejo de sorprenderme cuando escucho ciertas historias de amor. En realidad lo que más desconcierto me provoca son sus respectivas justificaciones para sostener esas relaciones en el tiempo.
Según mi psicóloga tener capacidad de asombro es muy bueno...
Y quizás lo diga porque siempre, siempre, estos "asombros" hacen que me cuestione sobre mi propio ser; sobre mi personalidad, mis propias experiencias, mis anhelos y mis búsquedas...
Por lo general son preguntas que no adquieren respuesta de forma instantánea, sino que de alguna manera hacen que reoriente mi rumbo o siga firme en el que supongo es el correcto para mí. Me pongo al límite y dudo de todo: desde mi paciencia y tolerancia, hasta de mi conformidad o rebeldía...
Dudo tanto, que llego hasta el osado extremo de desconfiar en mi capacidad de amar...
Pero también pongo en tela de juicio las convicciones de quienes cuentan sus historias.
Sospecho de que sea amor o un capricho sostenido en una formalidad social; que sea producto del orgullo de no poder cerrar la puerta y comenzar un nuevo camino cada uno por su lado; que se juegue algo de la incapacidad de poner las cartas sobre la mesa y aceptar una derrota.
Y me pregunto cuánto más que a uno mismo se puede amar a otro; cuánto se es capaz de soportar y resignar para que esa "pareja" resista con el correr de los días; a qué precio y con qué costo se puede apostar a la unión.
Para algunas personas serán las peleas, las discusiones, los portazos y las valijas las que hacen que una relación se fortalezca... Para otros tantos, lo será el silencio, la indiferencia y la pasividad.
¿Alguien tiene la certeza; quién sabe la verdad absoluta de cómo funciona?
Siempre pensé que a una relación se le dice pareja porque aplica para todas las variables, con la misma intensidad tanto de un lado como del otro.
Pero mi abuela me diría que cada pareja es un mundo; un mundo tan íntimo como complejo. Y que cada uno sabe lo que hace.
Y parece que tiene razón, porque hay tantos conceptos, miradas y posturas sobre el amor y la pareja, como individuos en este mundo.
Por mi parte, digo que todo parece más fácil cuando se habla desde la comodidad del banco de suplentes siendo un corazón ajeno, con sus sueños e ilusiones el que se juega a todo o nada en la mitad de la cancha.
Pero también digo que probablemente yo reaccionaría de una manera distinta; que tomaría otras decisiones; que negociaría bajo otras condiciones y con otras reglas de juego; que el límite y punto final estarían entre las cartas de la primera mano. ¿Y quién podría juzgarme?
Tal vez sea esa la razón por la cual sigo sola, viviendo y proyectando a mediano y largo plazo una vida nada más y nada menos que conmigo misma.
Después de todo, no asumo tantos riesgos...

Sin embargo, no puedo dejar de preguntarme si no debiera ser el amor propio -sano, íntegro, sensato y honesto-, ese que se entrelaza con la autoestima, la seguridad y la confianza, el verdadero guía para lograr superar los obstáculos, mirar para adelante, aprender de los errores y buscar en otros horizontes nuevas personas que se comprometan con la misma intensidad y grandeza de la que se es capaz cuando se cree fervientemente que el verdadero amor, el que nace desde el corazón y no de la comodidad, es el amor más fuerte...

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