7 de febrero de 2011

Dejavú

Esperé el amanecer para asegurarme que llovería el resto del día...
Y no me equivoqué.
La pasada, fue una semana anunciada.
Me acordé mucho de las sensaciones que tuve durante aquellas vacaciones en las playas de Mar de las Pampas, donde prácticamente me la pasé encerrada en la habitación de la Hostería a causa de la copiosa lluvia de la segunda quincena de febrero que apenas me dejó salir a respirar la brisa del Atlántico.
Y fue recién después de unos meses, que conseguí darme cuenta que esa vacación húmeda y solitaria fue la oportunidad que tuve para aclarar mis pensamientos, ordenar mis ideas, priorizar mis objetivos, hacer borrón, cuenta nueva y comenzar una nueva etapa en mi vida.
Una etapa que comenzó a cerrarse hace apenas 48 días atrás cuando finalicé la carrera de Relaciones Públicas y que en el medio me dio una valiosa recompensa al darme la posibilidad de trabajar en una profesión que amo.
Sin embargo reconozco que recién podrá ser una etapa cumplida, cuando logre mudarme a mi propia casa.
Desde aquel verano espero que llegue este momento donde estoy dispuesta a pasar por todo lo que la vida me ponga enfrente para alcanzar este gran objetivo.
Me siento preparada para transitar los sinsabores del camino, si sé que la recompensa es esta añorada mudanza.
Apuesto a que no voy a quedarme de brazos cruzados ni tampoco voy a permitir que la angustia, la bronca, la desesperación o la envidia me jueguen una mala pasada y ganen esta partida, aunque por momentos me sienta abatida y sin fuerzas para continuar.
Pero creo que estos tres años son una prueba más que suficiente para considerar que mi deseo puede convertirse en un hecho posible y concreto.
Y este fin justifica los medios.

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