10 de diciembre de 2009

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Comienzo por pensar, asumir y admitir que éste, fue un año muy particular en mi vida.
Sucedieron grandes cosas, acontencimientos inesperados y sin embargo muy buscados a lo largo de un trayecto que muchas veces parecía desviarse sin rumbo alguno...
Y las emociones, están a flor de piel...
De pies a cabeza.
Por momentos, pienso que la edad me está haciendo cada vez más llorona, o saco cuentas para ver en qué período del ciclo hormonal me encuentro para darle una razón a este estado de ánimo casi indescriptible...
Y puede que sea todo junto y a la vez no sea nada de eso.
Que sea un poco de cada cosa, por el afán de no quedarme con una única variable posible.
Y si le sumo el agotamiento físico y mental, da como resultado lo que exactamente padezco en este momento, una angustia indefinida, sin nombre, ni religión; sin principio y hasta ahora, sin fin.
Tomé un vaso de coca con mucho gas, pero todavía no funcionó.
Apuesto a una caminata lenta por las veredas de Palermo, un heladito de cereza como recompensa de algo que aún no sé qué es, pero está en proceso de pérdida...
Y antes de volver a casa, un final.

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