24 de diciembre de 2009

Anochecer de un día agitado...

El despertador sonó a las 7:40 a.m.
Me reconfortó saber que es el último madrugón del año para ir a trabajar.
A esa hora el calor ya era insoportable.
Me dí una ducha rápida y me vestí con ropa cómoda para hacerle frente al clima de un verano húmedo y pegoteado.
Una última reunión, unas palabras de despedida, augurios de felicidad y merecido descanso y un abrazo para reencontrarnos el próximo 17 de febrero.
Luego, una visita casi obligada con la peluquería que se prolongó hasta más de las cuatro de la tarde.
Llegué a casa, otra ducha y comencé los preparativos pertinentes para la celebración de los 30 años de mi buena amiga...
Rumbo a la ribera porteña, nos encontramos listas y libres para disfrutar del aire y unas cervecitas frías en buena compañía.
El día me pareció eterno.
Y supongo que por sobre todo fue la carga emotiva colándose entre lo más cotidiano para lograr de un miércoles caluroso una suerte de fecha para no olvidar...

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