5 de noviembre de 2009

Llorar hace bien

Es comprobado que después de la risa, llegan las lágrimas. A veces de emoción, ilusión, sorpresa y ataque de tentación con amigas. Y también es cierto que después de un buen llanto, estamos en condiciones de empezar a sonreír otra vez.
El jueves llorar en el diván me limpió bastante las ideas, me aclaró el panorama...
Logré sacar afuera todas esas cosas que me estuvieron dando vuelta en la cabeza cual fantasmas estos últimos días.
Las descubrí. Les hice frente.
Cambiar de piel como una iguana. O de color según la ocasión como el caimán, con el único propósito de evolucionar y crecer.
Porque crecer duele. No importa la edad.
Ahora, tengo todas las cartas sobre la mesa y depende sólo de mí elegir qué estrategia usar para hacer el mejor juego. Para intentar sentirme segura y orgullosa de cada movimiento hecho por propia elección.
Para saltar, hay que soltar.
Estoy en eso.

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