10 de noviembre de 2009

Balances

Es una costumbre en mí, que todos los noviembres mi cabeza empiece a conjeturar y ordenar el balance de fin de año. En realidad, es el segundo, porque para la época de mi cumpleaños tuve el primero, si tengo en cuenta que mi año comienza desde el día que nací.

Con los años renuevo las variables, teniendo en cuenta la evolución y el vital crecimiento.
Amor, trabajo, salud, logros personales, logros profesionales, convivencia, diversión, familia, amigos, estabilidad emocional y dinero.
Casi como en una matriz de análisis estratégico, me juego a decir que el saldo de este balance es positivo.
Y es hacia ese lado al cual debería inclinarme para que realmente sea un balance con pendulación estable a nivel interno, o algo así.
Quiero decir, no concentrarme en lo negativo, en lo que faltó, lo que no funcionó, lo que restó o en lo que ni siquiera se aproximó a ser...
Tampoco olvidarlo. Mucho menos negarlo.
Asumir, que no es cosa fácil, y tenerlos en cuenta para evaluarlos y ocuparme de ellos cuando lo requieran con la energía que demande. Ni más, ni menos.
Y entonces así dedicarme a celebrar y agradecer lo hecho, dicho, experimentado, aprendido, disfrutado, acordado y resultado.
En estos días es cuando me queda afinar el ojo para concentrar las fuerzas en lo que queda, y poder comenzar a pensar en aquellos proyectos que quisiera componer durante el próximo año.
Pocos, pero significativos y concretos.
Felicidad, empieza con FÉ.

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