26 de octubre de 2009

Que sea lo que sea...

Esto de hacer citas con "extraños" es una situación a la que no logro acostumbrarme, a pesar de haber vivido algunas experiencias similares... Y sobre todo cuando se trata de estas citas a ciegas, que más allá de conversaciones por chat o telefónicas previas al encuentro, suelen dejar una puerta más abierta que de costumbre a la incertidumbre, sin olvidar el temor de querer ser lo más natural y espontánea posible, no sólo para gustarle al otro, sino para adicionar calma y comodidad a esta situación especial y curiosa.

Intenté que la noche transcurriera amena, ligera y desabotonada para no quedarme enroscada con detalles que aparentan ser minuciosos y críticos pero que son los que me convocan a mayor análisis.

El lugar elegido por Hernán "ojos de cielo" para cenar juntos fue Palitos, un restaurant del Barrio Chino, donde fuimos recibidos con una extensa e interesante carta de comida tradicional. Vamos a tener que aprender a hablar chino, fue uno de sus primeros comentarios mientras nos ibamos sentando en la mesa llena de frasquitos colmados de sabores asiáticos. Ordenamos un picadito de platos para probar de todo un poco y lo acompañamos con un rico vino tinto... Los camareros no le ponian voluntad a su trabajo, así que hicimos algunos chistes como para darle un poco más de soltura a esos primeros minutos de estar sentados frente a frente. Porque hasta que llegaron los platos, parecíamos trabados y nerviosos... hasta que en un momento que no recuerdo cuál, las palabras comenzaron a fluir con gran facilidad.

Me contó sobre alguno de sus viajes, sus mudanzas por diferentes provincias cuando era chico, un "casi casamiento" hace dos años atrás y su temor convertido en fobia por las arañas... Me pareció cortés, educado, con modos agradables para comer. Tiene un humor particular y es bastante impredecible...
Yo hablé de mi profesión, de mi paión por la cocina, algunos bocetos de proyectos personales y las posibles vacaciones al Norte junto a las chicas. Lo más importante, es que fui auténtica: me reí con mi risa, lo miré con mis ojos de siempre, hablé con mi estilo y no mantuve ninguna postura estratégica o de manual.
Cuando quisimos acordar ya eran cerca de las 4 de la mañana. En ese momento me acordé que cuando nos íbamos de vacaciones con mi papá, él siempre me decía que si me dormía en el auto llegábamos más rápido a destino... Pero afortunadamente no fue ese el caso... Ahora debería decirle yo a él que si te divertís tenés la sensación de que el tiempo fluye y por eso sentís que pasa más rápido... Y que en algunos casos, como esta cita, reírse y hablar sin parar es mucho mejor a dormir...
Llegué a casa con el cantar de los pajaritos del jardín, y mientras me sacaba el maquillaje, me miraba de reojo en el espejo y me reía sola recordando algunas situaciones.
Recién cuando estaba acostada con mis sabanitas recién lavadas, recordé que en toda la noche no me contó ningún secreto.
No importa.
Que sea lo que sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario