24 de febrero de 2010

Te recuerdo (Parte I)

Hace unos cuantos eneros atrás, estaba trabajando en un call center...
Todo el día atendiendo el teléfono de gente que, realmente, no tenía nada feliz que hacer con su tiempo libre, más que llamar a un 0800 para solicitar recetas y revistas de alimentos...
Nueve horas de mi joven vida, transcurrían en una oficina sin ventanas al mundo exterior, al mejor estilo cajita de vidrio y con una esponja en la oreja para escuchar atentamente las cientos de voces que a diario me llamaban...
Ese enero particular, fue de un calor intenso, húmedo, espeso, agobiante...
Quienes hayan pasado un verano en Buenos Aires (o en otra furiosa ciudad) sabrán de lo que hablo...
Mi humor era intolerante por aquéllos días... Era la suma de todas las cosas... Demasiado.
Por suerte ya era viernes... y todo el día había estado esperando que se hicieran las cinco de la tarde para salir de esa cápsula atemporal...
Antes del medio día, una de mis compañeras me había invitado a tomar unas cervezas a la salida del call con unos amigos suyos de Rosario que estaban de paso por la ciudad...
Y no sé si fueron las ganas de pensar en cualquier cosa para hacer más amable las horas que me quedaban por delante adentro de ese pequeño tubo de ensayo, o el sabio destino, que acepté la invitación...
Recuerdo que no indagué demasiado sobre estos amigos y no demostré demasiado interés o trascendencia a la salida...
Es que tampoco estaba tan segura de por qué le había dicho que sí a Marcela, no siendo ella con quien mejor me llevara dentro de la oficina...
Pero siempre creí que las cosas pasan por algo, y había que averiguar para qué...
Después de casi dos horas de espera, Leo y Orlando aparecieron en el punto de encuentro...
Dimos unas vueltas en el auto intentando concensuar dónde íbamos y terminamos en un pub irlandés de la zona céntrica...
Fui la única que pidió cerveza... Después de todo ¿qué otra cosa iba tomar en un Irish Pub?
No participé demasiado de las charlas... Me sentí ajena a sus anécdotas y temas de interés...
Así que me entretuve de lo lindo mirando los videos que pasaban en la tele ubicada justo detrás de Leo y contestaba amablemente alguna pregunta que me hicieran ...
Pero en cuanto se terminó mi cerveza, no dudé demasiado en irme sola...
Me acompañaron hasta la parada del colectivo y me volví a casa pensando que jamás los volvería a ver ni saber de ellos...
Mi sorpresa fue al lunes siguiente cuando de nuevo sentada frente a la computadora de la cajita vidriada abrí la bandeja de e-mails y encontré un mail con remitente desconocido, que decía más o menos algo así:

Hola Valu! Te acordás de mí? El viernes estuvimos tomando algo juntos... Me caíste muy bien. Un poco callada, pero con una sonrisa hermosa. Espero que no te moleste mi mail y me respondas pronto... Un beso. Leo.

Jamás imaginé que de una salida tan espontánea, surgiera una gran historia de amor...
Los días siguientes con la esponja en la oreja, tuvieron razón y sentido...
Razón de sentir y poco sentido de razonar...

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