7 de febrero de 2010

Para enamorarse bien, hay que viajar al sur...


Cuando las sorpresas se anteponen a mis pensamientos, sueños e imágenes prefabricadas en la mente, existe una plenitud que me cuesta demasiado explicar con palabras...
Porque estar abierta a las nuevas sensaciones y vivencias me invita y convida a que un viaje de vacaciones, haya logrado convertirse en una experiencia más que inolvidable...
Y porque el destino ya tenía escrita esta página para mi vida, poder descubrirla cuidadosamente y apropiármela desde la primera oportunidad hace que todavía pueda fluir en un tiempo que forma una especie de masa cálida condensada con perfume a mar y viento patagónico... que aún no me deja volver los pies a la tierra de donde partí hace tan solo diez días...

Sigo la línea que claramente depara la segunda mitad de mi año...
Un año donde los espacios se abren para darme paso y concentrar mi energía en vivencias, experiencias, emociones y sensaciones nuevas...
Nuevos lugares...
Nuevas personas...
Buenas personas...
Personas que devuelven calidez en la mirada, en un gesto o en una palabra...
Palabras "cantadas" que resuenan en el interior de mi mente haciendo eco en mi corazón...
Un retumbo que poco a poco se convierte en susurro y resiste el paso de las horas...
Una resistencia que nace de poder permanecer de pie frente a los objetivos previos que me llevan a lograr mis metas; de focalizar la energía en lo positivo y descubrirme a mí misma resolviendo una vorágine inundada de caos y tranquilidad simultáneamente...

Y todavía no se termina...
Los amaneceres siempre tienen una causa y un efecto...

Deparan un nuevo día, un nuevo comienzo y un rumbo...
Y allí estoy yo... para averiguar por qué el tiempo es el único que pule y define las respuestas a las muchas preguntas que aún se me entremezclan con el calor del sol, la arena húmeda y el frescor de un mar turquesa que dejé a miles de kilómetros atrás hace apenas algunas horas...

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