7 de enero de 2010

Tarde de Reinas

Me desperté después de las 11 de la mañana con un calor insportable y pegoteado...
En casa se había cortado la luz y el aire acondicionado dejó de funcionar vaya uno a saber qué hora. Suficiente para que mi habitación se parezca a un pequeño baño turco.
Encendí la tele y tomé noción del tiempo: 6 de enero.
Día de Reyes.
Me hice un desayuno ligero, acomodé algunas cosas, armé un bolso con dos o tres pilchas y salí de casa.
Así, sin pensarlo demasiado y previo aviso. De sorpresa.
Colectivo, Constitución. Tren, Ranelagh.
Antes de llegar a la casita de la 357, pasé por la panadería y el kiosco para no caer con las manos vacías, justamente en un día de regalos.
Fui recibida con el mismo amor y alegría de siempre.
Entre besos y abrazos, y hasta con algunas lágrimas de emoción, junto a mis primas y sobrina nos hicimos una merienda con leche chocolatada y torta de coco y dulce de leche. Las cuatro sentadas bajo la sombra del nogal.
Felices y sonrientes celebramos como reinas el regalo más importante de la vida: el amor.

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