22 de julio de 2010

Sol y mar

El día amaneció con un sol brillante. Ideal para aprovechar el aire libre y caminar por la orilla del mar…
La noche anterior había compartido un asado dentro del Hostel para empezar a socializarme de a poco: un mexicano, un francés hablando en "gallego", un grupo jóvenes brasileños muertos de frío, lugareños patagónicos, marplatenses y porteños. Todos juntos, tomando vino y comiendo la deliciosa carne argentina, vegetales asados, ensaladas y un vino tinto para aplacar el frío...
De todos modos, dentro del hostel es posible andar en remera del calor que hace... Y lo mismo sucede en las habitaciones: un verdadero placer.
El despertador del celular sonó quince minutos antes de las 9 a.m. y después de un suculento desayuno, me vestí con la ropa adecuada para soportar el viento patagónico frente al mar y salí rumbo a la playa del golfo.
Pero no estuve sola. Gaby, una compañera de habitación, geminiana y un tanto loca como yo, que desde el primer día que nos vimos no paramos de hablar y compartir actividades, me acompañó para disfrutar del paisaje. Y así fue como tuvimos una caminata ventosa pero muy cálida, gracias al solcito pegándonos en las espaldas…
La “brisa” nos dio un hambre casi voraz, así que paramos en el Hostel para comer algo, descansamos un ratito y otra vez al ruedo.
Esta vez, cambiamos el rumbo y hasta El Indio no paramos. Visitamos el Ecocentro, nos sacamos fotos y regresamos caminando por la avenida costanera. Unos cuantos kilómetros en unas pocas horas...
Así que nos pareció oportuno regalamos un cafecito en Havanna para recuperar energías antes de volver al Hostel otra vez a descansar.
Mañana me voy de excursión todo el día y necesito fuerza.
Cambié la tele por la novela “El psicoanalista”, que por ahora coincide con la recomendación que me dio el encargado de Yenny, donde compré el libro antes de embarcarme...
Estoy de vacaciones.
Y lo estoy pasando realmente muy bien.

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