30 de diciembre de 2013

¿Crisis = Oportunidad?

Si el 2013 pretendía ser un año inolvidable, lo ha logrado.
Podría hacer una lista bastante extensa de sucesos dolorosos, pérdidas irreparables y frustraciones personales...
Podría escribir varias páginas acerca de cómo el dolor emocional se ha concentrado en mis entrañas y manifestado en todo mi cuerpo a lo largo de todo este puto año 2013...
Lograría ser muy detallista describiendo uno por uno los infortunios de la decena de meses que al fin ya se están yendo...
Pero no. 
No quiero volver a recordarlos y llorar frente al monitor como una nena desconsolada que no ha recibido regalos el día de Navidad.
No quiero resurgir esos sentimientos amargos ni esas sensaciones penosas y angustiantes, simplemente porque ya dejaron su marca en mi alma y en mi corazón y ningún sentido tiene enumerarlas a esta altura de los acontecimientos.

Después de 35 años de existencia consciente en esta vida, reafirmo y confirmo que no puede haber crecimiento sin que duela. 
Que no puede haber avances, sin aparentes retrocesos. 
Que no puede haber logros, sin sufrir algunas pérdidas aunque sean irreparables.
Todos y cada uno de esos eventos que dejaron una marca imborrable en mí, sucedieron para hacerme ser quien soy día a día. 
Para probar mi fortaleza, mi aguante y mi entereza.
Y que si las decisiones no las tomo yo misma en el momento correcto, el Universo, Dios o quien mierda sea, se encarga de hacerlo por mí para que me de cuenta que cuando la intuición habla, tengo que oírla... 
Porque lo que resiste, persiste. 

Como cierre de este año, logro darme cuenta que no soy ese roble fuerte, macizo y estoico que aparento ser o que los demás suponen que soy porque me atrevo a ciertas cosas y soy rebelde frente a la sumisión estúpida... 
Ni tampoco quiero serlo. 
Porque de haber un viento, una tempestad o cualquier otra inclemencia similar a las que atravesé durante estos 365 días, siendo un roble me hubiera roto sin poder volver a recomponerme y levantarme nunca jamás.

Tal vez estaría bueno comenzar a verme, incluso yo misma, como una palmera: flexible y vibrante resistiendo hasta el final cualquier arrebato desmesurado, inesperado e incluso injusto ante la propia mirada y la ajena.
No es pecar de soberbia. Soy de esas personas que siempre está considerando mejoras y reformas a mi personalidad, más aún teniendo en cuenta mi auto exigencia y la aturdidora manía de tener todo bajo control.
Esta visión es fruto de los preceptos que me dejaron los hechos. 
La moraleja de la fábula. 
El aprendizaje que no hay que olvidar.
Lo que no hay que volver a repetir.

El tiempo es limitado. De modo que no debería malgastarlo viviendo la vida que los demás quieren que viva. 
Ni vivir atrapada en el dogma que algunos suponen de cómo debería ser mi vida con la edad que tengo. 
Nadie me puede juzgar o castigar por las decisiones que he tomado...
Es la "vida" quien se encarga de hacerlo...

Por eso aquí estoy.
Despidiendo el gran año de mierda, en el lugar que más amo y, hasta el momento, más me identifica en el mundo.
Aquí estoy, para decirle adiós 2013, gracias por todo lo que me enseñaste a pesar de las lágrimas, el desconsuelo y la desolación.
Gracias por darme más fuerza, más vigor, más entereza, más amistad y mayor convicción de aceptar lo que me indica el corazón siguiendo mi intuición sin tanto preámbulo.

Gracias por hacerme más real y menos perfecta de lo que la gente pretende que sea.

Bienvenido seas año nuevo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario