29 de septiembre de 2013

A dónde vas sin mí...

Una vez más te miré fijo a los ojos y una vez más me devolviste la ternura de siempre aún sabiendo que aquella tarde nuestras miradas unidas eran las de despedida...
Y mis palabras fueron simples, porque si tu agradecimiento por haberte salvado la vida cuando te encontré en aquella cajita de zapatos abandonada en un árbol cualquiera fueron los diecisiete años de compañía y amor incondicional a mi lado, no puedo sentir más que fortuna y felicidad...
Valiente y aguerrido con la vida desde el principio y un luchador hasta el final; tenaz, fuerte, de un carácter desconfiado y un particular pero genuino modo de amarme, me demostraste que valió la pena tanto camino recorrido y pudiste convertirte en mucho más que mi mascota...
Esta casa ya no será la misma sin tus caminatas por el patio y tus hazañas de cazador en los canteros...
Ya nada será igual si no vas a estar esperando a que llegue (a cualquier hora) y te sonrías al verme para demostrarme lo feliz que te hacía verme...

Te extraño con locura Franco y ojalá hayas, de alguna manera, comprendido todo el amor que costó dejarte ir...
GRACIAS por vivir la mitad de mi vida junto a mí, abrigándonos de la soledad, dándonos amor y haciéndome sentir importante cada día de estos maravillosos diecisiete años yendo juntos a la par...
Esperame, que en algunos años, allá arriba ya nos volveremos a encontrar y volverás a ser mi "pequeño pony", mi "chuchi", mi Franco otra vez...

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