19 de septiembre de 2012

Ya no duele

Es una fiesta sorpresa que me doy a mí misma...
Y la celebro.
A las heridas amorosas que se curan, que ya no duelen, que se cierran, hay que tomarlas así: con reverencia
Sucede un día, después de andar penando quién sabe cómo y cuánto.
Había quedado lastimada, como fruta que alguien muerde y de un día para el otro decide no comer.
Como una flor arrancada de su tallo, como cuentas de un collar desenhebrado. 

Y sucedió de improviso –quizá porque pasó el tiempo, quizá porque soy sabia – que de repente pensé en él, y era... un hombre. 

Un hombre a secas, un hombre que ya no me conmueve. 
Lo comprendo con la mente, pero también con el corazón y necesariamente con las uñas, y las palmas de las manos y las rodillas y la piel del vientre: hay cicatriz allí donde antes hubo herida. 

Capítulo cerrado. 

Libro leído
Lección aprendida. 
Flor en su tallo. 
Fruta intacta. 
No hay rencor: hay futuro.
Lo mejor, siempre está por venir...