13 de mayo de 2013

Una es poca, dos es mucha...

A veces extraño aquella manera que tenía de enamorarme a los veinte, donde todo era una pasión desmedida y lo que podía durar una noche, parecía una eternidad... 
Pareciera ser que ahora nada me conforma.
Que estoy mucho más exigente. 
Y no está mal. 
Pero presiento que tampoco está todo bien.
O será que el pasar de los años hace que el amor se vuelva más consciente, las personas más racionales, o menos pacientes para dejar de lado la ansiedad que nos genera conocer a una persona nueva y dejar que las cosas fluyan sin estar pensando en "peros" o "porqués" y tomar una decisión drástica incluso antes de la segunda cita...
No hablo de química. Eso no se construye. 
Existe o no. Se siente o no. 
Me refiero a tener esa sensación de que el tiempo se detiene desde el instante que comienza la charla; el efecto que provoca la impresión de que a esa persona la conocías desde hace años sin haberse visto nunca antes...

El problema de la soltería a veces no es la soledad, sino tanto boludo dando vueltas... 
Reconozco que en más de una ocasión el hecho de encontrármelos, me provoca agradecer estar sola y no conformarme con "lo que hay"...
Pero muchas otras veces, me dan ganas de llorar un rato, o varios días... 
Inevitablemente empiezo a cuestionarme situaciones que ya deberían estar cerradas, resueltas, concluidas... 
Saco conclusiones irrisorias y asociaciones que limitan el absurdo...
Ridículamente extraño a alguien que ni se acuerda de mi existencia y pareciera que el círculo nunca se cierra...
"El que dirán" me está importando más de la cuenta...
Se me está apagando la chispa y no encuentro la manera de volver a reanimarla...