8 de abril de 2013

Fin de zona de confort

Cuando no se sabe bien qué decir, es mejor no decir nada...
Y si hay mucho para decir, es mejor poner en orden las ideas para no crear confusiones ni propias ni ajenas.

Al parecer, tengo mucho para decir... 
Pero no tengo muy en claro por dónde empezar... 

El verano se pasó cual suspiro perdido entre la brisa que baja de los morros brasileros. 
Hubo días que parecieron eternos y otros que me los borraron de un plumazo.
Apunté a no recordar, a no hacer comparaciones absurdas con veranos que parecieron gloriosos y que luego se desvanecieron como la espuma del mar. 
Entonces para evitar situaciones ridículas, a mediados de enero me tomé un avión y me fui a pasar tres semanas a las playas de Río de Janeiro y sus alrededores.
¡Ojo! Supongo que no debe ser casual haber elegido ese destino. Pero ese es otro tema.

Después de jornadas enteras de lluvia, largas caminatas por la playa, contemplación del paisaje y reflexión, pasé en limpio varias ideas que ya venía presintiendo pero que con el maremoto de la rutina no lograba hacer del todo visibles.
Logré escucharme con mayor atención (aunque hubo momentos que me harté de mi propia voz interna) y tomé varias decisiones, una de las cuales es terminar terapia. No para siempre, porque mi cabeza podría estallar, si no para cerrar un ciclo de diez años casi ininterrumpidos y darle comienzo a una nueva era que ya está comenzando.

Estoy saliendo de una aparente zona de confort que incluso muchos miembros de mi círculo íntimo aún hoy insisten en hacerme creer que es lo "mejor que me puede pasar" y que durante mucho tiempo de verdad me lo creí.
Pero me cansé señores y señoras!!!

Puedo parecer muy osada en irme sola de vacaciones durante veinte días o sacar una entrada y ver una película en un cine rodeada de desconocidos; aparento ser lanzada, atrevida, insolente o audaz por hacer cosas que muchos no se animan por tener que hacerlos solos, pero la realidad es que de eso también me harté.

Y así pasan los años, hasta que un día la vida al fin me da un tremendo sacudón y me despierto para darme cuenta que esta "casita", es la zona de seguridad que me está asfixiando. Y vuelvo a mirar por la ventana y veo que mi sueño está ahí afuera. 
Y que la única forma de alcanzarlo, es salir.

Paradójicamente, esta salida también me toca hacerla sola porque es ir en búsqueda de lo que realmente yo quiero.
Puedo recibir manos solidarias, pero la puerta tengo que abrirla sola.

Es un camino nuevo y desconocido. Un desafío que la vida me pone frente a las narices para que de una vez por todas deje de hacerme la distraída. 
Estoy lista para la lucha y me meto en el ring, calentando para la pelea. 
Porque siento que ya no hay excusas que puedan detenerme. 
Y así será.