30 de octubre de 2012

Un gusto conocerte...

El último día que lo vi, fue en el mismo lugar donde lo conocí: la puerta del colegio...

No recuerdo la fecha exacta, pero debió ser algún jueves de noviembre en el que yo me disponía a estar más relajada con los horarios y me permitía salir del trabajo con un ritmo más "normal"...
Tampoco recuerdo por qué motivo andaba deambulando por los pasillos después de hora...
El hecho es que cuando las cosas tienen que suceder, suceden... No hay vueltas.
Sin quererlo, sin buscarlo, sin pensarlo, ni siquiera imaginarlo, él estaba donde no tenía que estar... Y yo, pasé como sin querer pasar...
Lo vi. Me vio. 
Nuestras miradas se cruzaron fugaz pero profundamente...
Algo de mí llegó hasta él.
Lo sentí en cuanto esbozó una sonrisa tímida y sus ojos me siguieron hasta que la línea que nos unía de repente se desvaneció en el espacio y nos quedamos con gusto a poco...

Supe quién era después de una semana.
Su nombre olía como el jazmínel año nuevo logró ponernos en contacto.
En aquel momento no me animé a decírselo, pero bajé la guardia el mismo instante en que  me perdí en sus ojos y sin defensas me dejó.
Me entregué por completo al ritmo de su corazón y al sonido de su voz; al perfume de su ropa y al enredo de su pelo...
Después de mucho tiempo, pude recordar todo lo que era capaz de sentir cuando estaba enamorada...
Reviví todas esas sensaciones ambiguas y elocuentes que despierta y se manifiestan con el amor porque él siempre respondía a mis ganas con espontaneidad y mucha gratitud...

Sin embargo, el tiempo que coincidimos se fue con el otoño y me quedé con un montón de sensaciones a flor de piel...
Su sinceridad a la hora de despedirse fue brutalmente dolorosa pero inevitable. 
Eligió otro camino basándose en sus sentimientos y no tuve otra opción más que escuchar, acatar y aceptar a pesar de mi profundo dolor...

Si bien no era la primera vez que me tocaba perder, barajar y volver a empezar, durante un largo y necesario tiempo, los días parecieron no tener sentido: buscaba respuestas donde no había voces que me respondieran lo que esperaba y me entregué por completo al tiempo, el único capaz de curar todas las heridas del corazón...

Muy lejos de guardarle rencor, recordaré a este hombre como el primero de muchos otros que aparecerán en mi vida para provocar y despertar manifestaciones versátiles y espontáneas capaces de demostrar quien verdaderamente soy.

Mi corazón sigue latiendo.
Tengo otra oportunidad.
O dos... O tres...

20 de octubre de 2012

Vulnerables

Una de las formas más habituales de las personas de reponerse de un dolor del corazón es vivir a la defensiva, cerrándose a los demás y viviendo a través de la creencia de que 
"si me expongo de nuevo, me van a lastimar otra vez".

Y así, vivimos relaciones de fantasía, sin un real sustento, porque qué base sólida puede crearse si uno de los dos (o los dos) tienen cerrado el corazón, desconfiando uno del otro... "No sea cosa que me deje y no me pueda recuperar".

En ese vivir con el corazón cerrado nos convencemos de que somos "fuertes", cuando en realidad nos ponemos más duros que la piedra.
Y, para nuestro asombro, cuando esa relación inevitablemente termina, el corazón de piedra termina hecho trizas y cae más duro que antes.

¿Cómo puede ser? se preguntan.
Si justamente evitaron entregar el corazón para que no saliera más herido. Y al final, lo hirieron de muerte.
Debemos aprender a ser Vulnerables.
Aprender y animarnos a exponernos, a abrirnos "a pesar de..."
A pesar de no saber lo que pasará, a pesar de no tener la certeza de que me vayan a amar 
por siempre, a pesar de no saber si tengo el futuro asegurado.
Ser vulnerables con presencia, con conciencia de lo que estás haciendo.
Aceptando que te abrís, entregándote a la vida, al amor, a las enseñanzas y lecciones... Tener el corazón fuerte y exponerlo, hace que cualquier lección, cualquier fin de relación se pueda atravesar con aceptación. Ser vulnerablemente fuerte permite que esas historias se suelten más fácil y puedas avanzar, puedas estar más cerca de tu  felicidad.

Sí, se requiere valentía.

Pero más que eso se requiere amor propio, respeto y humildad
Ser humildes para comprender que jamás podremos controlar el 100% de las variables de la 
nada, es porque es la mejor forma para vos. Aunque no lo entiendas.
Ser vulnerable para expresar tu verdad sin saber qué es lo que el otro responderá. 
Esa vulnerabilidad valiente te hace fuerte, te hace liviana, y ayuda a tu alma a seguir...

Geminiana, welcomeback...